EL EJÉRCITO ROMANO DE LA REPÚBLICA.
Antes de las reformas de Cayo Mario a finales del siglo II a.C., el ejército romano republicano era una fuerza extraordinaria, pero profundamente ligada a las estructuras sociales y económicas de su tiempo. En su esencia, era un ejército de ciudadanos, compuesto por hombres que luchaban no solo por la supervivencia de Roma, sino también por el honor y la obligación hacia su patria. Sin embargo, esta organización, aunque efectiva durante mucho tiempo, estaba lejos de ser el ejército profesional que conocemos en los tiempos del Imperio.
El servicio militar en Roma era un deber cívico. Los hombres eran reclutados entre los ciudadanos romanos libres y su lugar en el ejército dependía directamente de su riqueza. El censo clasificaba a los ciudadanos en diferentes categorías según sus bienes, y aquellos con más recursos eran llamados a desempeñar roles más destacados y a costear su propio equipamiento. Este vínculo entre la economía personal y el servicio militar definió las primeras etapas del ejército romano.
Los hombres jóvenes y con menos experiencia formaban las primeras líneas de combate, mientras que los veteranos ocupaban la retaguardia como una especie de seguro ante el fracaso de las líneas iniciales. Este sistema, conocido como manipular, permitía una flexibilidad táctica que fue clave para muchas de las victorias tempranas de Roma.
El ejército pre-mario estaba dividido en tres líneas principales: los hastati, los principes y los triarios. Cada grupo tenía una función clara en el campo de batalla. Los hastati, generalmente los soldados más jóvenes y menos experimentados, formaban la primera línea, encargados de absorber el impacto inicial del enemigo. Detrás de ellos, los principes, hombres en su mejor edad y condición física, se encargaban de sostener el combate si la primera línea no lograba romper al enemigo. Finalmente, los triarios, veteranos curtidos en batalla, permanecían como una reserva de élite para los momentos decisivos.
Complementando estas líneas estaban los velites, tropas ligeras que servían para hostigar al enemigo y desorganizar sus filas antes del choque principal. La caballería, formada por los equites, era un elemento menor en número, pero fundamental para tareas como la protección de los flancos, la persecución de enemigos en retirada o la exploración previa a las batallas.
El sistema manipular fue una de las innovaciones más importantes del ejército republicano. A diferencia de la rígida falange griega, que Roma había adoptado en sus primeras etapas, los manípulos ofrecían una flexibilidad sin precedentes. Estas unidades más pequeñas podían adaptarse al terreno accidentado de Italia, donde las batallas a menudo se libraban en colinas, bosques o valles estrechos.
Esta estructura fue especialmente efectiva durante las Guerras Samnitas, cuando Roma se enfrentó a tribus montañosas que conocían bien el terreno. Cada manípulo actuaba casi como una pequeña legión en sí misma, maniobrando de forma independiente pero siempre en coordinación con el resto de la formación.
El ejército romano no solo era una herramienta militar, sino también una institución profundamente arraigada en la sociedad. Los ciudadanos que servían en las legiones no solo defendían a Roma, sino que también reforzaban su identidad cívica y su compromiso con la República. El servicio militar era un honor y una obligación, pero también un medio para obtener recompensas, como tierras al finalizar el servicio, que aseguraban la lealtad de los soldados y fortalecían la base social de Roma.
Sin embargo, este sistema también tenía limitaciones. Al depender de ciudadanos con propiedades, el ejército estaba sujeto a las fluctuaciones económicas y demográficas. Las guerras prolongadas, como las Guerras Púnicas, agotaron a los pequeños propietarios, quienes no podían abandonar sus tierras durante años sin arriesgarse a la ruina. Este problema se agravó con el tiempo y sería una de las razones que impulsaron las reformas de Cayo Mario.
Aunque el sistema manipular fue eventualmente reemplazado por el sistema de cohortes, su impacto en la historia militar romana no puede subestimarse. Fue gracias a esta organización que Roma logró consolidar su control sobre Italia y enfrentarse con éxito a enemigos formidables como Cartago, los galos y los macedonios.
El ejército republicano antes de las reformas de Mario era un reflejo de la sociedad romana: disciplinado, práctico y adaptable. Aunque limitado por su dependencia de la economía ciudadana, este ejército estableció las bases sobre las cuales se construiría el futuro militar de Roma. Fue un instrumento de conquista y defensa, pero también una escuela de ciudadanía y lealtad, que formó a generaciones de hombres dispuestos a luchar y morir por la grandeza de su República.
Ahora vamos a ver las principales unidades empleadas:
HASTATI.
Los hastati eran la primera línea de combate en el sistema manipular del ejército romano durante la República. Representaban la base inicial del aprendizaje militar y estaban compuestos por soldados jóvenes con menor experiencia. Aunque eran los menos curtidos en batalla, su valentía y potencial eran fundamentales en el desarrollo de la táctica romana.
Estos solían ser los soldados más jóvenes, entre 17 y 24 años. Provenían de las clases medias y bajas, capaces de costear un equipo básico.
Su inclusión en esta categoría permitía que se foguearan en combate mientras servían como primera línea, donde se esperaba que se enfrentaran inicialmente al enemigo.
Eran considerados los primeros en enfrentar al enemigo y lanzar los ataques iniciales. La expectativa no era que derrotaran al enemigo por sí solos, sino que desgastasen a las fuerzas contrarias para que las líneas posteriores (principes y triarios) pudieran asegurar la victoria en posteriores cargas.
Aunque el equipo de los hastati no era tan avanzado como el de los príncipes o triarios, incluía herramientas efectivas como:
Pilum: Una jabalina pesada diseñada para ser lanzada antes de la carga. Su punta de metal se doblaba al impactar, evitando que fuera reutilizada por el enemigo.
Gladius: Una espada corta y versátil, ideal para el combate cuerpo a cuerpo.
Scutum: Un escudo grande y rectangular de madera, reforzado con metal, que cubría gran parte del cuerpo y era clave en la defensa.
Armadura ligera: Usaban una simple coraza de bronce (pectoralis) o, si eran más adinerados, una cota de malla básica (lorica hamata).
Casco: Casco de bronce o hierro, a menudo decorado con plumas para indicar unidad y aumentar la apariencia intimidante.
Los hastati ocupaban la primera fila del ejército en una formación en manípulos.
Cada manípulo consistía en unos 120 soldados, organizados en dos filas de 60. Entre cada manípulo quedaban espacios que permitían la maniobra y que podían llenarse por las líneas posteriores (prïncipes o triarios).
Una vez en combate, avanzaban hacia el enemigo y lanzaban su pilum para desorganizar las filas enemigas. Después de esto, entraban en combate cuerpo a cuerpo con el gladius.
Si la situación se volvía insostenible, podían retirarse detrás de los prÏncipes para reorganizarse.
Gracias a la formación manipular, los hastati podían maniobrar fácilmente en terrenos irregulares o desiguales, adaptándose mejor que las formaciones rígidas de los ejércitos enemigos.
Servir como hastati era un paso inicial en la carrera militar romana, permitiendo a los soldados ganar experiencia antes de ser promovidos a los príncipes o, finalmente, a los triarios.
En los primeros siglos de la República Romana, desempeñaron un importante papel en las campañas militares contra tribus itálicas, galas y helénicas.
Con las reformas de Mario (finales del siglo II a.C.), el sistema de reclutamiento basado en clases sociales desapareció y dejaron de ser una categoría separada, adoptando el ejército una organización más uniforme, donde todos los soldados tenían equipamiento similar y se organizaban en cohortes.
Representaron el dinamismo y la adaptabilidad del ejército romano en sus primeras etapas. Aunque eran los soldados menos experimentados, su papel como vanguardia del ejército era crucial para el éxito táctico de las legiones. Además, su presencia destacaba el carácter meritocrático del sistema militar romano: con el tiempo y la experiencia, podían ascender a filas superiores, lo que les daba una motivación constante para destacar en el campo de batalla.
PRÍNCIPES.
Los príncipes constituían la segunda línea de combate en el ejército romano durante la República dentro del sistema manipular. Representaban a los soldados más maduros y experimentados, pero aún en el punto álgido de su capacidad física. Su papel era crucial en la estrategia romana, ya que eran quienes solían decidir el resultado de las batallas tras el desgaste inicial realizado por los hastati.
Solían ser hombres en su mejor momento físico, generalmente de entre 25 y 35 años, con experiencia previa en combate (por lo general, habiendo servido antes como hastati). Provenían de una clase social algo más acomodada que los hastati, lo que les permitía costear un equipamiento de mayor calidad.
Como fuerza intermedia, eran los principales responsables de enfrentar al enemigo tras el desgaste inicial. Representaban el núcleo del ejército y a menudo asumían la carga principal del combate cuerpo a cuerpo y estaban mejor armados y protegidos, reflejando tanto su experiencia como su estatus en el sistema manipular:
Pilum: Una jabalina pesada que usaban para desorganizar las filas enemigas antes de enfrentarse cuerpo a cuerpo.
Gladius: Una espada corta y letal, diseñada para estocadas en el combate cercano.
Scutum: Un escudo grande y rectangular que proporcionaba una defensa superior y permitía maniobras defensivas en formación cerrada.
Armadura de cota de malla (lorica hamata): Más avanzada que la de los hastati, ofrecía mejor protección contra ataques de filo y proyectiles.
Casco reforzado: A menudo adornado con plumas o penachos para denotar rango y mejorar la moral de las tropas.
Calzado y equipo adicional:
Usaban sandalias reforzadas (caligae) y a menudo llevaban cuchillos, mantos o equipo básico para el campamento.
Como ya hemos visto, formaban la segunda línea del ejército, inmediatamente detrás de los hastati.
Cada manípulo de príncipes estaba compuesto por unos 120 soldados, organizado en dos filas.
Se colocaban con espacios entre los manípulos para permitir que los hastati en retirada o los triarios en refuerzo pudieran moverse con facilidad.
Tras el desgaste realizado por los hastati, los principes avanzaban para enfrentarse directamente al enemigo Y enviaban una salva de pilum para desordenar a las tropas enemigas antes de cargar con sus gladii.
Su mejor entrenamiento y armamento les permitía mantener el combate prolongado y sostener la formación bajo presión.
Los príncipes eran considerados la unidad más equilibrada del ejército romano, combinando experiencia, disciplina y armamento de calidad. Solían ser la fuerza encargada de romper las líneas enemigas y asegurar la victoria, si los hastati no podían avanzar, los principes tomaban el relevo. Eran responsables de mantener la cohesión del ejército y evitar el colapso de las líneas romanas.
En caso de situaciones críticas, actuaban como fuerza defensiva, protegiendo a los hastati o preparando el terreno para el despliegue de los triarios.
Estas tropas fueron esenciales en las guerras itálicas y en los conflictos tempranos contra pueblos como los galos, los samnitas y los griegos. Su disposición táctica equilibrada y su armamento los hacían ideales para enfrentarse a enemigos tanto organizados como irregulares.
Con las reformas del general Cayo Mario (finales del siglo II a.C.), también fueron eliminados.
TRIARIOS.
Los triarios eran una de las clases de soldados en el ejército romano durante la época de la República romana. Formaban la última línea de defensa en el sistema de batalla conocido como la formación manipular, que dividía a los soldados en varias filas según su experiencia y equipo. Este sistema fue una característica distintiva del ejército romano antes de las reformas de Mario en el siglo I a.C.
Estos eran los soldados más veteranos y experimentados del ejército. Se seleccionaban entre los hombres con mayor experiencia militar y solían ser los más disciplinados y fiables.
Se colocaban en la tercera y última línea del ejército (de ahí su nombre, derivado de tertiarii, que significa "terceros"). Solo entraban en combate si las dos primeras líneas (hastati y principes) eran derrotadas o estaban en peligro de colapsar.
Su panoplia consistía en una lanza larga conocida como hasta, que era distinta al pilum (la jabalina de los hastati y principes), un scutum, un escudo rectangular grande, armaduras de mejor calidad, generalmente de cota de malla (lorica hamata), casco y grebas para proteger sus piernas, además, estaban armados con el gladius, una espada corta, pero su arma principal era la lanza.
Su papel era actuar como el último recurso en la batalla. Si los hastati (jóvenes soldados de la primera línea) y los príncipes (soldados más maduros de la segunda línea) no lograban romper las filas enemigas, los triarios avanzaban para reforzar la posición y decidir la contienda. Este despliegue era visto como un signo de gravedad, ya que implicaba que la batalla estaba en peligro de perderse.
La expresión latina "res ad triarios venit" (literalmente, "la situación llega a los triarios") se usaba para indicar que las cosas habían llegado a un punto crítico.
Finalmente, con las reformas de Cayo Mario a finales del siglo II a.C., el ejército romano dejó de dividir a sus soldados en clases según su riqueza o veteranía, adoptando un sistema más homogéneo en el que todos los soldados eran equipados de manera similar. Esto marcó el fin de los triarios como una clase específica dentro del ejército romano al igual que los dos anteriores.
VÉLITES.
Los vélites representaban el rostro más dinámico y ágil del ejército romano durante la época de la República. Eran tropas de infantería ligera, destinadas a actuar como exploradores y hostigadores en el campo de batalla. Aunque su papel era fundamental, los velites a menudo provenían de los estratos más pobres de la sociedad romana y eran los soldados más jóvenes y menos equipados. Sin embargo, su agilidad y rapidez los convertían en un recurso esencial en las tácticas romanas.
Está tropa eran reclutada principalmente entre los ciudadanos más jóvenes y con menos recursos, aquellos que no podían permitirse el equipo pesado de los hastati o los principes. Por ello, desempeñaban un rol más flexible y móvil, evitando el combate cuerpo a cuerpo prolongado y confiando en su velocidad y habilidad para hostigar al enemigo desde la distancia.
A pesar de su menor prestigio dentro de la jerarquía militar, su papel no era menos importante. En muchas ocasiones, los velites eran la primera fuerza en entrar en contacto con el enemigo, desorganizando sus formaciones y debilitando su moral antes de que las líneas principales del ejército romano tomaran el relevo.
El equipo de los velites era sencillo, pero perfectamente diseñado para su función. Portaban varias jabalinas ligeras, mucho más livianas que los pila de los hastati y principes. Estas jabalinas eran fáciles de lanzar a distancia y podían ser mortales al impactar en enemigos desprotegidos o desorganizados. Además, llevaban una pequeña espada o daga como arma secundaria, útil en caso de que se vieran obligados a un combate cuerpo a cuerpo.
Su protección era mínima. Utilizaban un escudo pequeño y redondo, llamado parma, que les ofrecía movilidad y algo de defensa. En cuanto a la armadura, la mayoría de los velites no disponían de protección corporal más allá de un casco sencillo, a menudo decorado con plumas o crines para facilitar su identificación en el caos de la batalla. Este equipo ligero les permitía moverse rápidamente, esquivando ataques y posicionándose estratégicamente.
Su papel principal era abrir la escaramuza. Antes de que las líneas principales entraran en acción, los velites avanzaban hacia el enemigo para lanzar sus jabalinas. Su objetivo era claro: desorganizar las formaciones enemigas, causar bajas y atraer la atención hacia ellos. Al mismo tiempo, esto servía para desgastar psicológicamente al enemigo, obligándolo a reaccionar ante un ataque constante desde la distancia.
Una vez cumplida su función, los velites se retiraban rápidamente detrás de las líneas de los hastati, dejando que las tropas mejor armadas y entrenadas asumieran el combate principal. Su movilidad también los hacía ideales para tareas especiales, como acosar a la caballería enemiga, atacar flancos desprotegidos o incluso perseguir a las tropas en retirada.
Los velites también jugaban un papel crucial en terrenos difíciles o durante asedios. Su capacidad para moverse con facilidad les permitía luchar en áreas donde las formaciones pesadas romanas no podían maniobrar con la misma eficacia.
En las guerras contra los galos, los samnitas y otras tribus, los velites demostraron su valía. Contra enemigos acostumbrados a tácticas de guerrilla o a ataques rápidos, los velites servían como una respuesta efectiva, igualando la velocidad y flexibilidad de sus adversarios. En conflictos posteriores, como las guerras púnicas, se enfrentaron a tropas más organizadas, pero su capacidad para hostigar y desorganizar formaciones antes del enfrentamiento principal siguió siendo fundamental.
Por ejemplo, en la famosa batalla de Cinoscéfalos (197 a.C.), los velites desempeñaron un papel clave al acosar a las tropas macedonias, que dependían de la formación cerrada de la falange. Al atacar desde lejos y explotar las vulnerabilidades de los flancos, los velites ayudaron a abrir brechas que las líneas principales romanas aprovecharon.
Con las reformas de Mario a finales del siglo II a.C., el ejército romano sufrió una transformación radical. El sistema manipular, que dividía a los soldados en diferentes líneas según su experiencia y equipamiento, fue reemplazado por el sistema de cohortes. Esta nueva estructura uniformó el equipo y el entrenamiento, eliminando la distinción entre hastati, principes, triarios y velites.
Como resultado, los velites dejaron de existir como una categoría específica dentro del ejército romano. Sin embargo, su legado sobrevivió en las tácticas de hostigamiento y en la importancia de la infantería ligera en el campo de batalla.
EQUITES.
En el ejército romano de la República, los équites representaban a la élite montada, un grupo selecto de ciudadanos romanos que cumplía un papel clave en la estrategia militar. Aunque el núcleo del ejército romano siempre fue la infantería, los équites desempeñaron un rol esencial en la protección de los flancos, la exploración, el hostigamiento y la persecución de enemigos en retirada. A pesar de ser menos numerosos que las tropas de infantería, la caballería romana complementaba la fuerza de las legiones con su velocidad y movilidad estratégica.
Provenían de las clases más altas de la sociedad romana, específicamente de la clase ecuestre (ordo equester), que estaba justo debajo del rango senatorial en términos de riqueza y prestigio. Este grupo social estaba compuesto por ciudadanos adinerados que podían costear el caro equipo necesario para servir como caballería. Ser équite no solo era una obligación militar, sino también un símbolo de estatus, ya que la posesión de un caballo implicaba recursos económicos significativos.
En sus inicios, eran una clase cívico-militar exclusiva, compuesta principalmente por jóvenes romanos que comenzaban su carrera política o militar. Aunque la expansión del imperio llevó a un mayor uso de tropas auxiliares para la caballería, mantuvieron su relevancia como símbolo de prestigio y capacidad militar.
El equipamiento reflejaba su posición de privilegio, aunque también estaba diseñado para garantizar su eficacia en combate. A diferencia de las pesadas armaduras de la infantería, los équites priorizaban la movilidad y la rapidez.:
- Lanza (hasta): La principal arma, utilizada para cargar contra las formaciones enemigas.
- Gladius: Una espada corta, ideal para el combate cercano.
- En algunas ocasiones, llevaban un arma arrojadiza, como dardos ligeros.
- Armadura ligera: Generalmente una cota de malla (lorica hamata), que ofrecía protección sin limitar demasiado el movimiento.
- Escudo redondo (parma equestris): Más pequeño que el scutum de la infantería, diseñado para ser manejado fácilmente a caballo.
- Casco de bronce o hierro: A menudo decorado para denotar rango y aumentar la moral.
- Montura: montaban caballos robustos, criados específicamente para la guerra. A diferencia de la caballería pesada de otras culturas, los équites no usaban estribos (que aún no se habían introducido en el mundo occidental), lo que requería una gran habilidad ecuestre.
Su función en la batalla variaba según la estrategia y las necesidades del momento. Aunque no eran la fuerza principal del ejército romano, su velocidad y versatilidad los convertían en una pieza clave para complementar a la infantería.
1. Exploración y reconocimiento:
Los équites eran los ojos del ejército. Antes de la batalla, se encargaban de explorar el terreno, identificar al enemigo y evaluar sus movimientos. Su capacidad para cubrir grandes distancias rápidamente los hacía ideales para esta tarea.
2. Protección de los flancos:
En la formación romana, los équites solían posicionarse en los extremos de la línea de batalla para proteger los flancos de la infantería. Esta función era crucial para evitar que la infantería enemiga o la caballería realizara movimientos envolventes.
3. Carga y hostigamiento:
Durante la batalla, los équites podían lanzar cargas rápidas para desorganizar las líneas enemigas. También eran efectivos como hostigadores, lanzando ataques relámpago y retirándose antes de sufrir grandes pérdidas.
4. Persecución:
Una de sus funciones más importantes era perseguir a las tropas enemigas en retirada. Mientras la infantería pesada no podía seguir el ritmo, los équites se aseguraban de convertir una victoria táctica en una completa, eliminando a los enemigos que huían.
5. Soporte táctico:
En algunas ocasiones, eran empleados para reforzar líneas vulnerables o apoyar a las tropas aliadas en problemas.
La caballería aliada: Socii y auxilia.
Si bien los équites romanos eran la caballería principal en las primeras etapas de la República, a medida que Roma expandió su territorio, comenzó a depender cada vez más de los aliados itálicos (socii) y, posteriormente, de tropas auxiliares provenientes de regiones conquistadas.
Estas tropas aliadas a menudo complementaban o superaban en número a los romanos. Por ejemplo, los númidas, famosos por su caballería ligera sin armadura, eran expertos en hostigamiento y maniobras rápidas. Los galos e hispanos también aportaban caballería pesada o ligera, que se integraba con la estrategia romana.
Aunque seguían siendo prestigiosos, la mayor parte del trabajo táctico de la caballería recaía en estas unidades aliadas durante las guerras de expansión.
Con el tiempo, el papel de los équites en el ejército cambió. Durante las reformas de Mario en el siglo II a.C., el ejército romano se profesionalizó y las distinciones sociales en la infantería desaparecieron. Sin embargo, conservaron su estatus como una fuerza de caballería privilegiada.
A medida que Roma se expandió, los équites asumieron roles más administrativos y políticos. La mayoría de la caballería activa fue proporcionada por tropas auxiliares, mientras que los equites se concentraron en tareas como la gestión del estado y el mando de unidades especiales. En el Imperio, el título de eques pasó a ser más una categoría social que un rango militar.
Aunque no alcanzaron la misma fama que las legiones romanas, los équites fueron esenciales para el éxito militar de Roma. Representaban no solo la movilidad y la flexibilidad en el campo de batalla, sino también el prestigio y la ambición de la élite romana. En sus manos, la caballería romana no solo protegió y expandió el poder de Roma, sino que también sentó las bases de una clase dirigente que influiría en la política y la sociedad romana durante siglos.
JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.
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Bibliografía:
HISTORIA ANTIGUA UNIVERSAL II. EL MUNDO ROMANO (2ª)
Autor/es: Fernández Uriel, Pilar. Editorial: U.N.E.D.
Breve historia de los ejércitos: la legión romana.
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