LA BATALLA DE SALAMINA.
La Batalla de Salamina, librada en el año 480 a.C., fue uno de los enfrentamientos navales más decisivos en la historia antigua. En ella, la flota griega, liderada principalmente por Atenas, enfrentó y venció al poderoso ejército persa comandado por Jerjes I. Esta batalla no solo fue crucial para la independencia de Grecia, sino que también cambió el curso de la historia occidental, al evitar que Persia conquistara todo el territorio helénico y consolidara su dominio en Europa.
La invasión persa de Grecia fue la culminación de una serie de tensiones entre las polis griegas y el Imperio persa. Jerjes I, deseoso de expandir su vasto imperio, había lanzado una invasión con un ejército y una flota formidables, recorriendo Asia Menor, los Balcanes y el norte de Grecia. Tras la victoria persa en las Termópilas y la quema de Atenas, la moral griega estaba al borde del colapso. Sin embargo, los griegos aún tenían una ventaja: su flota naval, que aunque más pequeña, estaba liderada por el estratega ateniense Temístocles, quien era consciente de la necesidad de aprovechar la geografía y los vientos para nivelar las probabilidades.
Para comprender la batalla de Salamina, es esencial conocer los barcos utilizados en la época. Los principales protagonistas fueron las trirremes, embarcaciones de guerra rápidas y maniobrables que jugaban un papel crucial en las batallas de la Grecia clásica.
Estos eran barcos de guerra con una estructura ligera y aerodinámica, de aproximadamente 35 metros de longitud y 6 metros de ancho. Su diseño les permitía alcanzar gran velocidad gracias a sus tres filas de remeros (de ahí su nombre, tri-remes). Estos barcos podían desplazarse a una velocidad de hasta 9 nudos y, con maniobras precisas, lograban embestir las embarcaciones enemigas para perforarlas con su espolón de bronce en la proa.
Los griegos, especialmente los atenienses, eran expertos en el uso de estas embarcaciones. La maniobrabilidad y velocidad de sus trirremes les daba una ventaja en las estrechas aguas del golfo de Salamina, donde los barcos persas, mucho más grandes y difíciles de manejar, tendrían menos espacio para maniobrar.
Ante la amenaza persa, Temístocles concibió un plan audaz. Convenció a sus aliados de que la única manera de derrotar a la flota persa era atrayéndola hacia el estrecho de Salamina, un lugar angosto donde las ventajas numéricas y el tamaño de la flota persa quedarían neutralizados. Mediante mensajes engañosos, Temístocles hizo creer a Jerjes que los griegos estaban en desventaja y al borde de la desmoralización, incitando al emperador a lanzar un ataque inmediato.
La flota persa, compuesta por más de 600 barcos de diversas regiones de su imperio, avanzó hacia el estrecho. Los griegos, con alrededor de 300 trirremes, se colocaron en formaciones defensivas, ocultos entre las islas y protegidos por el terreno. Las posiciones estaban organizadas de modo que las embarcaciones griegas pudieran atacar en formación de punta de flecha, una estrategia diseñada para romper las líneas enemigas.
La batalla comenzó al amanecer. La flota persa, más lenta y con menor experiencia en navegación en aguas estrechas, tuvo dificultades para organizar sus formaciones. Los griegos aprovecharon cada oportunidad: las trirremes embestían a los barcos persas, hundiendo o dejándolos inoperables. La escena era caótica, con el golfo lleno de escombros, hombres intentando nadar hacia la orilla y barcos destruidos por doquier.
Los barcos griegos se especializaban en ataques directos. Las trirremes embestían a sus enemigos en el centro o en los costados, dañando seriamente la estructura y haciendo imposible que las embarcaciones persas resistieran, además, la disposición del terreno en Salamina favoreció a los griegos. A diferencia de la flota persa, sus barcos estaban hechos para maniobrar en espacios reducidos, lo cual les permitió moverse rápidamente y atacar en ángulos ventajosos.
Con la ventaja táctica en el estrecho, los griegos lograron aislar y rodear a grupos de barcos persas. Los comandantes persas, carentes de un plan en este terreno desconocido, se vieron desbordados.
Después de varias horas de combate, la flota persa había sufrido enormes bajas. La moral de los persas cayó a medida que veían sus barcos hundirse y a sus soldados perecer en las aguas de Salamina. Jerjes, que observaba desde una colina de una isla cercana, fue testigo de la devastadora derrota de su flota. Aunque todavía contaba con un gran ejército terrestre, sin el apoyo de su flota, la posibilidad de conquistar Grecia se desvanecía.
La victoria en Salamina fue un punto de inflexión para las ciudades-estado griegas. Poco después, gran parte de las fuerzas persas se retiraron de Grecia, marcando el inicio del fin de la invasión persa, cuyo ejército restante sería derrotado en Platea en el 479 a.C.
JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.
Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con más de 16 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.
Si te ha gustado, puedes seguirme en mis redes sociales:
Bibliografía:
- Heródoto, Historias.
- Plutarco, Vida de Temístocles.
- Green, P.. The Greco Persian Wars. California University Press. 1996.
Comentarios
Publicar un comentario