LA OPERACIÓN BALMIS, UNA DE LAS MAYORES EXPEDICIONES FILANTRÓPICAS DE LA HISTORIA.
Corría el año 1796 donde Edward Jenner, médico rural inglés, observó como las mujeres que trabajaban ordeñando vacas adquirían una cierta inmunidad a la viruela, que en ese mismo año se encontraba en su estado mas descontrolado, debido al contacto continuado con estos animales que también desarrollaban una cepa más leve del virus. Esto le llevó a pensar que dicha inmunidad podría deberse a que tras contraer esta cepa menos virulenta, el cuerpo desarrollaba una inmunidad a la variante humana, por lo que extrajo líquido de póstulas de los animales y lo inyectó al hijo de 8 años de su jardinero. El pequeño mostró síntomas leves, pero tras esto, quedó inmunizado. Jenner descubrió que de las póstulas de un infectado, podía extraerse una nueva dosis para inocular a un nuevo receptor, lo que demostró vacunando a más niños.
“Para observar mejor cómo evolucionaba la infección, inoculé la viruela vacuna a un niño sano de ocho años. La vacuna procedía de una pústula del brazo de una ordeñadora, a quien había contagiado la vaca de su señor. El 14 de mayo de 1796 se la inyecté al niño a través de dos cortes superficiales en el brazo, cada uno de los cuales tenía la anchura de un pulgar.
El séptimo día se quejó de pesadez en el hombro; el noveno, perdió el apetito, tuvo algo de frío y un ligero dolor de cabeza; durante todo el día se encontró enfermo y pasó la noche inquieto, pero al día siguiente volvió a encontrarse bien. La zona de los cortes evolucionaba hacia la fase de supuración, ofreciendo exactamente el mismo aspecto que adquiere la materia virulosa…
Para cerciorarme de que el niño, levemente infectado por la viruela vacuna, había quedado realmente inmunizado contra la viruela humana, el 1 de julio le inyecté materia virulosa que había extraído con anterioridad de una pústula humana. Se la apliqué profusamente mediante varios cortes y punturas, pero no dio lugar a ningún ataque de viruela.
En los brazos aparecieron los mismos síntomas que provocan las sustancias virulosas en los niños que han sufrido variola o viruela vacuna. Al cabo de unos meses, le volví a inocular materia virulosa, que en esta ocasión no produjo ningún efecto visible en el cuerpo”.
Sin embargo, la publicación de su descubrimiento le trajo muchas críticas, tanto de la comunidad médica como de la eclesiástica, que consideraba una práctica anticristiana el inocular fluidos animales en humanos.
En 1803, el por entonces rey de España Carlos IV, aconsejado por Francisco Javier de Balmis, médico de la corte, decidió realizar una vacunación masiva y llevarla incluso a territorios de ultramar del impero. Tal dedicación puede deberse en parte a que el propio Carlos IV había sufrido el ataque del virus en su familia, ya que éste se llevo a su hija María Teresa. La expedición no solo tenía como objetivo la vacunación de toda la población, si no el establecer juntas de vacunación en las principales ciudades, ya que el traslado de ésta era difícil con los medios de la época y además en estos territorios no se disponía de vacas de donde extraer la vacuna. Así se conseguiría llevar la vacuna a todos los rincones del territorio.
Así pues, el 30 de Noviembre del mismo año, zarpó de La Coruña la corbeta María Pita con el propio Balbis, dos médicos asistentes, dos prácticos, 22 niños huérfanos a los que se les inoculo la cepa vacuna y la directora del orfanato Casa de los Expósitos, Isabel Zendal Gómez.
Su primera parada fueron las Canarias, donde se procedió a la vacunación de la población, para posteriormente cruzar el atlántico y llevar la vacuna a Venezuela y Nueva España. Su siguiente destino fueron las Filipinas, donde se vacuno incluso a la población nativa de las islas y donde Isabel Zendal permaneció para no volver a España.
No queriendo volver aun a tierras españolas, Balbis decidió seguir con la expansión de la vacuna y puso rumbo a china, territorio que no pertenecía a la corona española, arribando a Macao en el 1805 y realizando el mismo procedimiento que en los lugares anteriores hasta la región de Cantón.
Ya en su vuelta a España, tuvo dos paradas más: La Isla de Santa Elena y Lisboa.
JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.
Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con más de 16 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.
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